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Voy a salir a caminar solito

-Yo estoy loco bien- me dijo Juan Ignacio que toca el contrabajo en la esquina de Álvarez y Mitre. Es grandote y tiene rastas en el pelo, lleva un aire tranquilo, como de meditación que se rompe cuando habla y encadena pensamientos que tienen que ver con la espiritualidad y la austeridad en el vivir. ¡Eso es! Ignacio es la austeridad por excelencia. Toma mate a full en el semáforo. 


Este joven también fue un adolecente nicoleño que tuvo su contacto con  la burguesía media con aires de aristocracia y para eso se formó en la escuela Normal, de donde ha salido de todo, es cierto, pero que muchas de la generaciones de gen de la ciudad han educado a los herederos del honorable poder Judicial nicoleño y del Concejo Deliberante o se educaron también los manipuladores de robots que reciben en herencia sus papis.


 También jugaba al básquet, deporte que le abrió la puerta para ir a jugar a Europa, donde conoció a viajeros “malucos” y de la espiritualidad, y entre todo ese meollo de oriente, de India, el jahis, tiró todo a la mierda y anda por la vida con su morral y su contrabajo laburando en las esquinas del mundo. Y claro, cuando habla sabe que está acá y lo envuelve una cierta opresión o locura justo en esta ciudad en donde predomina la doble moral, -la locura mal- y las estructuras.


 “La ciudad ya es genética, yo con esta vida estoy intentando zafar”. Está acá más que nada porque todos los días visita a un hermano encerrado en el loquero que como los otros dijo que iba a pasar y nunca pasó y en cambio me invitó a su esquina, a la que nunca fui.

 

Texto: el negro París         Ilustracion: Chimulay

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