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La pierna de mi abuela

Texto: el negro París    Ilustracion: Chimulay

 

-Tengo cáncer hermano- me dijo Javier y me quise cortar las “tarlipes”. Al señor Javier Adalberto  Giménez a días de nacido lo encontraron en un tacho de basura y lo que ha hecho desde ese día es sobrevivir. Lo conozco de mucho antes, de cuando lavaba autos en la plaza mitre, siempre fue un pibe con códigos y coherente dentro del gran desorden que es su alma. Se escabia hasta el agua de los floreros y vicio que ande rondando se le pega como mosca a la mierda, y por eso conoce a varios conductores de naves polarizadas que tienen el tanque para viajar hasta Finisterre si fuera necesario.  Con la diferencia que Javier nunca se sintió bien así. Y si la vida tenía algún color en algún costado, se terminó de desteñir e ingresar al gran océano gris de las manifestaciones cotidianas cuando se le incendió el rancho en el que vivía con su señora y dos de sus hijos y en donde el más grande de unos 9 años se le muere en el incendio. 

Me acuerdo que me contó lo del incendio y de que se está muriendo, exactamente con el mismo temple que me contó todas las cosas que me contó de su vida durante todos estos años que me lo crucé. Hace unos 6 mese atrás me lo crucé cuando se estaba yendo a Mar del Plata a buscar trabajo allá (en los semáforos, claro) creo que también había una pollera y una toldería gitana, por eso era Mar del Plata, pudo ser Finisterre, lugar al que viaja así de sopetón y vuelve a la esquina horas después cuando ya el señor del polarizado lo uso de llave maestra ante las puertas del averno. 


La cuestión es que no sé qué impulso me condujo a acompañarlo y me lo volví a encontrar ese día que lo vi flaco como un fideo y que me quise cortar las “tarlipes” cuando me contó que su hermano murió no hace mucho de una enfermedad y que él tiene cáncer de hueso. Nunca se cuidó, se enteró hace dos semanas. Ve como vano eso de esperar y esperar en los hospitales, y ya prepara con frialdad el trámite de entregar el cuero. Frialdad que mi frialdad de tipo que morfa todos los días me hizo decir cosas estúpidas y vanas hasta que me controlé en mis emociones y me acordé que estaba hablando con Javier, con el fantasma de Javier que me estaba diciendo –si me muero me muero- 
    Ese día me fui casi zafando y cuando estuve frente a una cerveza y una computadora se me dio por escribir un texto corto y “sensiblón”, casi llorón en el estado del facebook, esa bobera cruel donde los ciudadanos piensan que participan y en verdad se están publicitando para los servicios de inteligencia. Hay que ser boludo para abrirle a las máquinas vigía la puerta del nido! Ese día y otros lo hice y entre lo que escribí rescato que Javier también tenía una costilla rota porque un “vigi”, uno en particular, uno,  que quiere que no trabaje en la esquina, le rompió dos costillas a patadas. Y también otra cosa que escribí pidiendo ayuda para este muchacho, y eso de que no habrá hijo de puta que diga –ayudar para qué si está frito- a ese hijo de puta se le puede decir que ya que se le dio la espalda en vida, se la quitemos a la hora de morir, y seguramente no fallará esta: “si está todo el día tomando vino”
Ya quisiera yo verlos sobrevivir en la calle: sin un trago de vino, en el cuero y los ojos de Javier Adalberto Giménez: el gitano.

 

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