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Noche de paz noche de amor.

 

 

Vivimos en una sociedad desintegrada, aunque nos saludemos o no cada día. Estamos acostumbrados a desarrollarnos puertas adentro, así crece nuestra cáscara orgánica hasta desaparecer, será quizás porque transcurrimos por todas las estaciones que no llegamos a acostúmbranos a alguna.

 

En el verano asomamos nuestras narices afuera. Algunos gordos o flacos blancos hasta el espanto, otros rostizados y adelantados a la novedad más cool (perdón por el lugar común pero el mundo sigue tan cursi como antes) que demanda el calor y la humedad a la hora de lucir el caparazón. La navidad coincide con el verano. Y ahí salta la ficha. En verdad flota cotidianamente en el descarte del nailon, del plástico o la basura, en la poca responsabilidad de los perros sueltos. Pero en la navidad ya no hay nada que disimular. El mundo y la América del momento nos empaquetan con el modelo de consumo y como pescados fuera del agua (de los carnívoros, de los más voraces) vamos para adelante, con o sin tropiezo llevándonos puesto a quien se atraviese. ¿Cuánto tienen que ver los medios de comunicación con esto? ¿Y la música chatarra? Todo. La atmosfera globalizada demanda la estupidez ya blanqueada y estatizada en lugar del trabajo en blanco: reggaeton (y no) rockitos del siglo 21, electrónica, marcha, cumbia de latas. Y si el relieve lo dice y lo reafirma en una cañita voladora pronta a volarnos la cabeza; es porque el animal, los animales somos así: no hay coraza política o burocrática que nos disimule cuando estamos como ahora con la mierda en la puerta y con las patas en la palangana. Hundidos en los fuegos artificiales que atemorizan a los más sensibles a los bebes y a los perros, todos ponen la música al tope y podrá disfrutar el que la tenga más grande.

Y así vamos fritos. Fritos. Noche de paz, noche de amor.

 

 

 

Postal sobre el calor.

 

 

San Nicolás de los Arroyos, diciembre del 2013, el río furioso larga su humedad contra el asfalto, la ciudad es un caldo, y se fueron al mar todas las ratas y acá quedamos los ratones, los perros son una lengua con perro, los carteles anuncian el derribo de la bohemia, pero los artistas y los bohemios se cortan sus orejas en las piletas pelopinchos, explotan los automóviles, las putas siguen en huelga de celos, al deseo lo congelan y lo venden como promo junto a un peine para pelados que dice "Luca Prodan. Han pasado de moda los paraguas, ya nadie camina y los que pueden (no todos) enfrían el chasis de sus sueños junto al Split que aman más que al sol, cuando la ironía del mundo crece y te explota en la cara o en el teclado de la computadora, aburrida de la ratonera del facebook. Batman y el Hombre Araña, no trabajan a la hora de la siesta y el Guasón se quedó sin trabajo en la ciudad (como diría el poeta Javier Tisera) de la sonrisa estirada.

 

Esta ciudad de locos es el último rincón del infierno, y para colmo te cortan la luz, ya no podes andar ni en bondi (por favor deposite las monedas en aquella nube) y para este verano la Prefectura anuncia que los arroyos estarán más secos que culo de mono. En esta ciudad se hace realidad el mito de cocinar un huevo en la vereda. Pero nuestra vieja ciudad resiste por las noches en un vino en El bar del teatro,por ahi a veces pasa Pablo con su barco y te rescata del agua estancada del Balneario Municipal recalentada cuando el sol pega en el bronces de la millonaria cúpula de María, en una guitarreada con el Pelado en lo de Carpincho, en el sueño de la patria perdida con el Gallego y sus Mojitos cubanos, en el lente de una foto del Colorado, en un beso de Victoria, en la compañía silenciosa de Oscar, en la poesía de Gandini, en la risa estridente del Rufian que no se olvida, en el abrazo sincero de León, en el trencito de la alegría que pudoroso duerme en la ciudad de la tristeza, hasta las poesías de Mario Verandi se derriten ante el calentamiento global, y juran haberlo visto al viejo Astúl con el ataúd al hombro ir por un vino fresco camino al bar el Roque. En San Nicolás es un ejercicio transpirar, y mientras las cubeteras bailan el rap del Intendente, los comensales de la creación efímer dejan de lado la eternidad y buscan morder del queso del Teatro Municipal. San Nicolás es la postal del calor: 

del calor de la re mismísima concha de la lora.

El negro Paris 

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