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La culpa partida

 “Fue tu culpa Raúl, en parte fue tu culpa”. Esa frase se le quedo pegada al cerebro desde el momento en que la escucho salir de sus labios, de sus rojos y malditos labios, aguantando el impacto como quien recibe la noticia de una especie de tumor que hace tiempo se estaba gestando en silencio. La repite hasta convertirla en una especie de verdad que lo hubiera estado esperando desde hace mucho tiempo.

 

      Raúl está ahora sentado en una de las mesas del bar junto conmigo y al contarme su historia los ojos se le pierden en alguna de las tantas formas de la bronca. Por momentos  pareciera como si intentara liberar una lagrima. Quizás eso ayudaría pienso, pero es inútil. No se le cae ni una.

“No podemos deshacer las cosas que hemos hecho” me dice y con la mano derecha se refriega la boca. “Julián no tenía que terminar así”

Viaje con retorno.

 

 

     “Vamos a dar una vuelta boludo así te despejas y te sacas un poco el mambo de la separación y  toda esa mierda que venís acumulando”. Era jueves y ante la insistencia de un amigo Raúl accedió a ir a pegar un “giro al centro”. Las cosas con su mujer no estaban del todo bien, pero Raúl quería esquivar la separación: es un ferviente católico, además de padre de dos nenes uno de diez y otro de ocho años, y sabe muy bien las consecuencias sociales que llevan una separación, el mal ver de sus padres que le inculcaron los valores de la familia y el matrimonio, ¿qué dirían si se separara? Tirar todo por la borda no era su estilo. No podía serlo.

           “Vamos, pero eso sí: en mi auto. Yo en esa porquería no me subo”, la porquería según Raúl era un Clío modelo noventa y nueve  cero kilómetro recién salido de fábrica que Mariano ,su amigo se había comprado. Así que saco las llaves del Renault doce del bolsillo y se las dio a Mariano. “Maneja vos vas a ver la diferencia.  Porque eso era un auto para Raúl. Un doce que además tenía sus historias, sus “heridas” como al le gustaba decir por ahí. Había sido de su padre y con él se había recorrido todo el país, cuando se casó con Cecilia a los veintiséis el viejo se lo regalo. “No sé qué se tomaría peor mi viejo, si me separo o si vendo el doce ” bromeaba para relajarse un poco mientras iban por calle Lavalle en dirección al centro.

 

 

El origen de la infancia

 

 

   Julián y Raúl se criaron juntos en barrio Lanza en la zona oeste, Raúl curso la primaria en la escuela de barrio Fonavi mas aun al oeste de la ciudad, Julián en cambio iba a la escuela normal (cuando todavía no habían “enjaulado” a la plaza junto con la escuela) Mantenían una amistad, de esas que por la cercanía no se aprecian en el momento, pero que era moneda corriente por esos días, no pasaba uno que no se vieran. Por lo general el horario de encuentro era a la tarde, luego del horario de la escuela, cada uno comía en su casa y a más tardar  a eso de las tres de la tarde ya andaban por el barrio “matando el tiempo a lo bobo”, Porque esa era un poco la cuestión en aquellas tardes inmensas: vaguear por ahí hasta encontrar algo que hacer.

    Raúl vivía con sus padres y su hermana menor a la cual le llevaba cuatro años, su madre era maestra de primaria y su padre vendedor de insumos hospitalarios, el viejo no estaba mucho en la casa por asuntos de laburo, pero siempre se mantenía  al tanto de todo lo que hacía Raúl, le sabia todas las juntas y enseguida le paraba el carro en cuanto veía que andaba tentado con algo raro. Con Julián era distinto, estaba todo en buenos términos, conocían a su tío con el cual vivía ya de hace años. 

Los padres de Julián habían fallecido en un accidente en la famosa “curva” de la ciudad de la Emilia: pisaron un espejo de agua y se estrellaron contra un árbol, el auto nunca llego a doblar. Julián –hijo único- tenía solo seis años cuando ocurrió este hecho. A raíz del trágico accidente fue a parar a la casa de su tío en barrio Lanza, su tío -soltero empedernido desde que vino al mundo- , tenía un buen pasar: un laburo en la fábrica de soldador,  y ademas de eso al no tener hijos, decidió de primer momento hacerse cargo de Julián.             Al terminar la escuela primaria Raúl  se fue con su familia por asuntos de trabajo rumbo a Capital  en donde curso la escuela secundaria, luego trabajo en una mutual en donde conoció a Cecilia. Estuvo seis largos meses hasta invitarla a salir, a los veinticinco se viene a vivir con ella de vuelta a San Nicolás para casarse al año siguiente. De Julián nunca supo mas nada. Al ir en donde vivía con su tío solo vio otra gente viviendo en ella.

 

 

En viaje hacia alguna parte

 

 

Garuaba finito sobre el lomo del Renault doce. Adentro Raúl creaba una nube de humo en su entorno: fumaba un cigarro tras otro. Se los tragaba como apurando algo. Mariano lo veía y se reía, “hay que ser boludo hombre grande, deja de fumar que con humo no se te va a pasar. Sabes lo que tenemos que hacer para despejarte bien: vámonos de putas chabón”.      Raúl refunfuño mientras jugueteaba con el cigarrillo, no le agradaba la idea de engañarla  a Cecilia, pero pensaba también como todo se había ido al carajo por hacer “lo que Dios manda” y la verdad es que quería variar, sintió realmente que era el momento para empezar a hacerlo, como cuando uno ve llegar una revelación y abre los ojos más grandes que de costumbre para recibir mejor la imagen del futuro. Así con los ojos enormes se rio ante la propuesta de Mariano. Risa que Mariano leyó a la perfección e interpretó como un glorioso “si, cojámonos el mundo por habernos cogido primero” -Conozco un puterio por acá pero antes vamos a pegar una vuelta por calle Lavalle que siempre hay alguna loca, si te gusta alguna la subimos ahí nomás y la hacemos flecos-.

    No llegaron a cruzar dos cuadras de la avenida Morteo por Lavalle cuando enseguida Mariano diviso una figura femenina sospechosa: se veía rubia y con una delantera generosa, Mariano piso el acelerador y enfilo el Renault doce hacia la presa. Le había clavado los ojos con una vehemencia terrible, tan cegado estaba que no se dio cuenta del Fiat Duna que cruzaba por Chacabuco que apuro el tranco y les gano de mano levantando a la rubia en el acto. “La concha de la lora vos podes creer nos ganó de mano ese hijo de puta, encima casi me lo llevo puesto; no te hagas drama que la próxima no se nos escapa”

 

 

Hacia el otro lado 

 

 

  La “próxima” no se hizo esperar mucho y a una cuadra de donde estaba la rubia en la intersección de calle Lavalle y San Martin divisaron otra figura. Esta era flaca, con curvas morocha, el pelo lacio le caía hasta la cintura y de ahí unas piernas enormes se extendían hasta el suelo. Raúl la vio entre el humo y le dijo a Mariano que frene un toque para verla bien de cerca a ver qué tal estaba. Mariano paro el coche le hizo una seña y la flaca con curvas comenzó a acercarse. Raúl noto algo raro en su caminar y en el momento en que la flaca se agacha frente a la ventanilla la nuez de Adán que le asomaba en la garganta confirmaba su sospecha.

 

    La flaca se asoma por la ventanilla. Saluda y espera la propuesta, la situación a Raúl le daba una clara vergüenza no quería ni levantar la vista, Mariano negocia; le pregunta cómo se llama, le habla acerca del frio y de cuanto estaba cobrando.

La flaca le dice- cincuenta por chupársela y cien completo pero si querían les hacia un precio “especial” para los dos-.

  Mariano se sonreía, el tipo realmente estaba en su salsa. Le pregunta a Raúl que le parecía y cuando voltea ve a Raúl con la mirada paralizada, no emitía sonido alguno. Al ver la situación Mariano le propone a la flaca que lo iban a charlar que cualquier cosa después pasaban.  Al hacer un par de cuadras por calle san Martin en dirección hacia el centro ante la cara pálida de Raúl, Mariano detiene el auto – -te enojaste porque era travesti boludo está todo bien si no te cabe vamos a buscar una loca, yo era para hinchar las bolas nomas, tampoco es para que te pongas así y ni me contestes-. Raúl levanto la vista. Estaba calmo. Lo único que le dijo a su amigo fue que lo bajara ahí y le llevara el auto a la casa. Se bajó  y ahí nomas empezó a caminar. Mariano no tuvo forma de convencerlo para que se suba al auto de vuelta, era como si un cable se hubiera cortado y hubiera hecho contacto en alguna otra parte. 

 

     La garua ya había parado y hacia un frio de la san puta. Raúl estaba parado ahora en una de las esquinas de Lavalle y San Martin habrían pasado una hora desde que se había bajado del auto, todavía  tenía la campera humedecida por la llovizna, acomodaba la espalda contra un árbol mientras devoraba el ultimo cigarrillo que le quedaba. En ese mismo momento un Torino negro baja a la flaca con curvas en la esquina. Raúl tira el cigarro y se queda mirándola fijo, no podía ser pero sin embargo era, esa idea lo dejaba en un estado de trance del cual debía despertar. La flaca advierte la mirada penetrante de Raúl que se acercaba a ella sin quitarle la vista de los ojos. Cuando estuvo de cerca  cara a cara, la miro de arriba a abajo como queriendo decir algo que no podía, el cagazo de la flaca era evidente: la nuez de Adán le latía en la garganta, la desconfianza era evidente, sabe bien de sobra la cantidad de limados que andan dando vueltas por ahí y conoce en carne propia los peligros que pululan por la noche, solo le pidió disculpas casi sin mirarlo , le dijo que ya estaba esperando a alguien. Pero Raúl volvió la mirada a los ojos de la flaca  con curvas  y titubeando le dio forma a lo que lo venía carcomiendo le largo en la cara la pregunta inevitable-¿qué mierda te paso  Julián? decime ¿que te paso?-

 

 

La repartija de la culpa

 

 

   “La culpa generalmente nunca tiene un solo culpable, tiene varios, yo incluida, pero vos sos bien responsable y puede que no te acordes del momento en que lo hiciste porque son esas cosas que pasan que a veces uno no le da importancia porque no mide el daño,  la inacción,  la falta de escuchar cuando otro lo necesita son cagadas que haces sin darte cuenta. Porque ese día yo me acuerdo patente y no me lo olvido más, además porque vos eras mi amigo Raúl el único en quien podía confiar, recuerdo que  nos juntamos a la tarde en mi casa, yo vivía con mi tío, vos te acordás de Emilio mi tío Raúl,  ¿no? habíamos quedado de vernos en mi casa porque yo quería hablar de algo, me acuerdo del miedo y la vergüenza que me daba, pero como ya me era insoportable junte coraje y ahí nomás me anime y te lo dije: te conté que mi tío me violaba, y vos te reíste, te reíste con toda la crueldad que puede tener un pendejo a esa edad, no me creíste ni una puta palabra, y ante mi insistencia, me dijiste que dejara de delirar. 

   El “delirio” lo insoportable Raúl lo soporte 5 años más, hasta que cuando cumplí 18 un día agarre y me fui a la mierda. Por ese entonces me hacía coger con un viejo y con eso pagaba la pensión y con alguna changa que hacia me pagaba lo que morfaba. 

Por eso te digo fue tu culpa Raúl, en parte fue tu culpa y de mi tío porque vos ese día si me hubieras creído quizás hoy sería otra la historia pero ya esta no se puede cambiar, la culpa esta partida. Con el tiempo comprobé que me daba más plata hacerme coger y cada vez fui haciendo menos changas además un poco me gustaba debo decirlo y fui convirtiéndome en lo que soy ahora. Deberías estar contento Raúl, en parte vos ayudaste a que Julián muriera, ahora soy Gisela”.

 

     Raúl había quedado estupefacto, recuerda como el cerebro parecía querer salírsele volando , (aun hoy cuando se acuerda de esas palabras se pierde un poco con la mirada) no encontraba oxigeno por ninguna parte,  no pudo decirle nada en ese momento a Julián  o Gisela o como se llamase para él era demasiada información y toda junta, su mejor amigo de la infancia travesti, su matrimonio desmoronándose  y la culpa la tenía él y aunque fuera o no cierto el en parte lo sabía y no comprendía como siguiendo todos los pasos del “buen vivir” podían pasarle estas cosas siempre había supuesto que los travestis eran unos extraños enfermos que se pervertían, los primos, hermanos, amigos de alguien pero no de él,  nunca podía imaginar ni en sueños que su mejor amigo de la infancia y de la adolescencia sea un travesti.  Con todo el mambo negro creciéndole dentro no lo soporto más, le dijo a Julián que lo perdonara que después pasaba otro día para seguir charlando, Gisela le pego el grito de que no había nada que se pudiera perdonar y se perdió en un auto que justo estacionaba.

 

 

La vuelta al final

 

 

Sentado en la mesa del bar Raúl se saca la mano derecha de su boca y  me cuenta que lo siguió viendo a su amigo Julián, todas las semanas iba con el mambo negro encima a pedirle disculpas, aunque Julián nunca las acepto, con el tiempo pudieron (aunque diferente a aquella) volver a entablar una amistad. Raúl pasaba por la esquina de Lavalle y san Martin con su doce y de ahí se iban a tomar algo por ahí cuando Julián terminaba de laburar. Pasados los años Raúl se separó y no fue el fin del mundo ni nada. Julián siguió laburando aunque Raúl más de una vez le tiraba la idea de dejarlo, la verdad es que como él le explico una vez “sabes que pasa, que yo no soy como mis “compañeras” , la mayoría de las minas que andan en la calle lo hacen porque tienen bocas que alimentar, bocas que le dicen mama cuando llegan a casa, yo no tengo eso , a mí solo me queda esto. ¿Comprendes la diferencia?”.

      Le pregunto por Julián si lo sigue viendo hoy en día: “lo vi hasta el año pasado después desapareció, se lo trago la tierra. Pasa que no se cuidaba para nada, fantaseaba mucho con la idea de la muerte. Una de las últimas veces que lo vi si mal no recuerdo me conto que tenía muchas ganas de ver a sus padres y que en parte se sentía contento de que tal vez no faltara mucho para eso, quería viajar siempre me contaba cómo le gustaría conocer otras culturas, ojala que por ahí ande” 

   Una lagrima rueda por la mejilla de Raúl,  me saluda y se va tranquilo sonriendo. Es verdad que Julián nunca lo perdono por lo sucedido, pero no sé porque pienso que Gisela si lo hizo.

 

                                                                                                    

Texto: Magallanes     Ilustracion: YNTG 

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