Las trenzas de Calipso
Calipso se pasea como una diosa encelo por las calles oscuras del barrio. No es una puta. Simplemente prefiere ver la silueta verdadera de las calles y las veredas de tierra que lomean como un dragón a punto de volar, pasea por las casas bajas del arrabal y los poemas se le pegan como moscas. Otra vez con estos textos y su nuevo mail asegura volver par quedarse. Pero sabemos lo hará hasta que su corazón otra vez se tome vacaiones en el alma de algún niño-rata.
Ojos de gato.
Hace poco volvió mi gata Sefi. Había desaparecido unas cuantas semanas y pensamos que había muerto o algo por el estilo porque está castrada, aunque ya había desaparecido en otra oportunidad. Una noche, estaba fumando afuera en la oscuridad del patio con mi pareja cuando sentimos el maullido de un gato y lo vimos entrar en la casa. Era Sefi. Estaba arriba de la heladera, que es donde están los tarros con el alimento para que no se lo coma el perro, y nos miraba con los ojos endemoniados. Tenía una mirada extraña, brillante, como si nos mirara sin ver. Sefi es hija única. Siempre ha sido mala desde pequeña. Maúlla enojada si la levantamos de algún sitio, muerde y rasguña, no tiene paz. Pero no regresó así, regresó buscando mimos. No dejó de maullar y llorar por días. Ahora está detrás de mí, debajo de la ventana. Se entrega a las caricias, pero sus ojos no son los mismos, como si un velo impidiera su visión, como si tuviera un lente de contacto enturbiado por rayones y suciedad. No sé qué le ha pasado, pero de dónde volvió, la ha cambiado para siempre. Es lo que nos pasa a todos cuando vamos a sitios en donde vemos y vivimos cosas extraordinarias, para bien o para mal. Volvemos con otros ojos.
En el nombre del padre.
Será que mi padre quería un varón y amenazó a mi vieja con tirarme a la mierda si era nena que siempre me comporté como un macho. Me gustaba vestirme y moverme en forma varonil, emulando a mi padre, tal vez. De todas maneras no me granjeé su afecto por esto y me retó mucho cuando me vio escupir por entre el colmillo, como había visto en las películas. Así también recibía las trompadas en plena jeta, que yo correspondía, naturalmente, aunque aún eche de menos un pedazo de diente. Puteaba como un camionero, y todavía lo sigo haciendo aunque acepté mi destino de mujer. Ya tenía novio a los 18 pero no lo había asumido; lo hice al tiempo y me salieron las curvas en el cuerpo, como que estaban reprimidas, agazapadas, ocultas. No, si ya sos un macho, me decía mi ex marido, cuando le dije que quería ir a entrenar en una cancha de fútbol. Si ahora sos así...
Soy una mujer y me gusta serlo, pero por momentos pienso como el hombre que sería, un hombre violento, arma en mano, puños de acero en la mandíbula de los imbéciles.