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   Tomás “el gordo” Goristaga es un poeta, un filoso intelectual (como gusta llamarse) el último bohemio que frecuenta el Bar El Pancho. Nos pasamos toda una tarde tomando cerveza, meta pucho, café, picada y otras yerbas, filosofando él sobre la ciudad, dando sus puntos de vista sobre el rock, la bohemia, el under y todo el picado grueso que conforma la ochava del bar que parece resistirse a la modernidad y la chatura imperante de la ciudad y sus habitantes. Con ustedes “el gordo” Goristaga, un borracho sensible y genial.

Desde el bar

  Esta es ciudad de los locos. -Y del posible suicidio- dijo un poeta barbudo y gordo en su quinto vasos de ginebra, apoyado en la barra del bar El Pancho. Bar con su propio condimento, que por ahora dejaremos a un costado de la mesada. 

 

   El que manda hoy la olla es el gordo barbudo, vicioso, genial, tan verdadero y mentiroso como un niño, gran fumador, -más grande lector- que tiene el berretin de escribir poesía, crónicas o textos cortos que guarda en un polvoroso cajón, junto a una 22, un banderín de boca, una bandera vasca (nada sorprendente diría el mismo Goristaga, si a esta ciudad la hicieron algunos vascos traidores, por eso esta ciudad es cuna de miserables y avaros) los porros y la merca cuando tiene, rara vez pasa eso por lo general  siempre se la toma toda, nunca le sobra y si alguna vez alguna bolsa de coca conoció el cajón es porque la dejó ahí después de tomarse una buena línea antes de bañarse.  

 

De profesión: poeta y filosofo, obviamente, el gordo por ahí pinta alguna casa o arregla algún zapato (dicen que pudo ser un gran zapatero como su padre, pero su familia lo alejó de la profesión porque le gustaba demasiado el olor a pegamento) Pero si existe algo admirable en tan formidable borracho, es que ama su ciudad desde su vaso de ginebra hasta las moscas del bodegón. Y tiene una teoría que nos describe, que nos pinta a su gusto. 

 

Según el poeta Goristaga, secreto admirador de Samuel Tesler, (están quienes aseguran que el gordo Goristaga copio estrictamente el batón de baño de Samuel) la ciudad puede dividirse en cuatro porciones que nos invitan a realizar una más profunda lectura  de sus habitantes, sus diferentes orígenes, costumbres, modales, etc. Ahora deja el libro de Hemingway, y pide una cerveza. 

 

“Sur-industria, norte-post industria, oeste-provenientes de los patricios, dueños de capos y antiguos viñedos, este-los que tienen (como él) contagiado más el río, que son obreros pero conviven con los traqueteos de la urbe y sus burocracias y agrega -Así que imagínense de dónde vienen los enemigos de esta propia ciudad, esos que terminan en el Consejo por generaciones y más que gobernar para la ciudad, gobiernan para sus pérdidas y ganancias, acá la cosa viene de apellido en apellido y para colmo los que se le animan están más separados que los cuatro curas que se atrevieron a poner en duda el milagro de la virgen del campito” 

 

      Entre otras cosas también se queja porque no hay putas en la ciudad, sólo trabas, dice que el supuesto milagro de la virgen del rosario fue medio agarrado de los pelos y que vino a tapar toda la caca que dejó la privatización de la industria Somisa, y que su teoría cierra perfecta en un triángulo, triángulo que descubrió una noche cuando conoció a otro poeta que le mostró un poema llamado justamente “El Triángulo” -esta es la ciudad de la lágrima, de la virgen y la cocaína- dice cuando se termina el último toque de merca en el baño del bar, que en su atmósfera esta pesado, denso, con silenciosos y lentos borrachos que ni se miran entre ellos, algunos libros con diversas temáticas y estilo, parecen bostezar el aburrimiento de que nadie los lea, hasta que un bullicio rompe con la lentitud y parece ingresar  con él todos los ruidos de la calle.: son amigos del gordo, gran escuchador que puede metamorfosearse con cualquier conversación y engancharse en cualquier historia (único oficio que reconoce) son adolecentes, jóvenes que están bajando una batería y micrófonos. 

 

      Es que el bar por la noche lleva la mayor impronta de su dueño que le gusta el rock, así que por las noches suenan bandas. Los jovenes saludan al gordo, le hacen señas raras, van al baño, tardan un montón y cuando vuelve parece volver inspirado –son buenos pibes, pero no sé qué le pasa a los roqueros en esta ciudad,  son estrellas que no llegan a encenderse, hacen covers de minitas, y los pocos temas que hacen son también de minitas, desconocen todo de la historia del rock, saben sí que existieron los Beatles pero nada más, tiene en la mano un arma que no se dan cuenta la capacidad de extensión del grito, más allá de cómo toquen, el rock es hacer la experiencia y de eso no hay nada, ¿under? ajajajajjaja en esta ciudad hay reviente, porque el under es compromiso, palabra que por cierto brilla por su ausencia, acá no hay under, acá hay borrachos cagados diría marquitos- Y agrega hablando para sí –hablando de marquitos, qué estará haciendo el goma, el mudo, el gordo Andrés, me dejaron sólo, parado sobre estas ruinas- . Estos pibes que nombra, para sintetizar, son los pibes que sin saberlo, son una especie de hippies, los más hippies de esta ciudad, que viven en una comunidad en Ríos Ceballos, Córdoba. El primero que partió fue el “mudo”, todos viven del arte, de la música, de los sancos, etc… Pero ésta es otra historia que merece algún día ser contada. Tomás “el gordo” Goristaga va de vez en cuando a visitarlos, pero él se dice más urbano y que le gusta más la merca que el faso.

 

De las paredes del bar cuelgan fotos de músico o deportistas, Goyeneche, Charly, dibujos y pinturas de autores locales, así como libros de escritores locales descansan sobre la mesa, hay también un piano viejo y pintado con aerosol, un televisor prendido, una barra extensa y bien cargada de bebidas, una cocina chorizo, las mesas son redondas y cuadradas. Este bar ubicado en una ochava de la ciudad,  es de una estructura baja, de corte Italianista, hecha desde cero para ser bar, y no hay nada mejor que lo pinte  como ese dibujo que tiene pintado en una de las paredes de la calle caminito del barrio porteño de la boca. Adentro se está como en una ensoñación, una dulzura cálida de bohemia que refractan sus ventanas, pero que cuando se mira para afuera se ve a una población de una ciudad industrial venida a menos y que para colmo conserva ciertos aire ingles que le queda tan chico que en el afán de perseguirlo, nos vuelve la ciudad y los habitantes más mediocres de la provincia de Bs As. Todo es mediocre en esta ciudad, su asfalto, su clase política, sus plazas, su iluminación, sus edificios y sobretodo su gente, y los más culos rotos peor y los que se quieren parecerse a los culos rotos recontra peor de mediocres.  

 

    En el bar suena un tango y de a ratos un rock. El gordo ya está meta mirar para la ventana. Le cambia la cara cuando ve que anochece. Me sorprendió. Pensé que de noche sería un escenario mejor para hablar con el gordo-  Claro que me gusta la noche pibe, pero no la del reviente qué te dije, hoy es martes, no hay nada abierto, esta ciudad es un gran monasterio, en los años ochenta la ciudad explotaba había 42 bares y como 50 cabaret a la redonda, San Nicolás no dormía, entonces en estos tiempos lúgubres, nada mejor que volver a las raíces, tomarse un vino entre las plantas, leerlo a Verandi o a Astul, y asi el día por la mañana será una bendición cuando llegue el miércoles ¡Giménez, prepárame la botella de tinto y los sánguches que ya me las pico!- y de adentro del libro de poemas de León Felipe sacó un billete, pagó y se fue del bar, apenas  saludándome desde la barra. Había pagado ya todo lo que yo había pedido. 

Texto: el negro París     Ilustracion: YNTG

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